Cuando pienso en Coetzee y Auster, por ejemplo, me siento tan minúscula. Seres tan inteligentes que si bien han sentido el abandono o lo que les afectó emocionalmente en su infancia es comparable con mi pesar, ellos tienen algo que yo no tuve, que yo no tengo, que yo espero tener algún día.
Coetzee es tan hábil para narrar su sufrimiento sin causar lástima, escribe estupendamente y yo me empequeñezco.
Me preguntan si quiero escribir algo, sólo un libro en mi vida, digo. Pero no pienso en ese libro que según los estadouindenses todos deben escribir, no quiero contar mi vida. Mi vida no es peculiar, mis memorias serían insignificantes, me pasan cosas como las que cuenta Auster en su Cuaderno rojo, pero lo mío no es tan austeriano. Yo no sé qué escribiría, yo no sé si lo haría.
Coetzee es tan hábil para narrar su sufrimiento sin causar lástima, escribe estupendamente y yo me empequeñezco.
Me preguntan si quiero escribir algo, sólo un libro en mi vida, digo. Pero no pienso en ese libro que según los estadouindenses todos deben escribir, no quiero contar mi vida. Mi vida no es peculiar, mis memorias serían insignificantes, me pasan cosas como las que cuenta Auster en su Cuaderno rojo, pero lo mío no es tan austeriano. Yo no sé qué escribiría, yo no sé si lo haría.
Sin embargo, siempre me sorprendo.



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