dilucidar es un verbo necesario. Si acontece algo en mí que no termino de entender, quiero, requiero un tiempo para procesar. Me debato entre lo que creo que dice mi intuición, mis deseos más profundos, mi deseo, mis miedos, mis fantasmas.
La providencia es un concepto que se entiende en mi cabeza como la magia. Aleatoria, pasajera. Me gusta, por otra parte la contingencia, desconfío de esas imágenes que vienen a mi cabeza en medio del placer, en medio o en torno.
El placer es para mí algo de lo que no hay que privarse, que no busco con ahínco pero que disfruto si en mi camino se cruza. En mi forma de ver la vida, espero, contemplo, estoy atenta, pero no salgo hacia algo con tesón. Exceptuando cierta meta vital que hace interesante mi trajinar. Pero para lo demás, me basta mi atención, mi olfato, me culpo, a veces también por esto que podría llamarse inercia.
Retomemos, el calor humano de un encuentro fugaz tiene un valor para mí. Es un momento deseado, con foco, es un intercambio, un compartir. No vale la pena hacerme preguntas de por qué. Yo soy así, del encuentro, de la admiración, de la sorpresa, del descubrimiento, de la aventura.
Me a-venturo a conocerme en encuentros, caminos y derivas contingentes, irrepetibles, llenas de lo que somos: humanos.
nunca somos completamente conscientes de lo que damos, de lo que recibimos, de lo que demandamos. insatisfechos estaremos siempre
y está bien
igual disfruté desde el antes, desde la actitud, desde la ilusión
treinta y cinco años y manteniendo una cosa: cuidar la llamita, cruzarme con fuegos y abrigarme sin cerrar los ojos para no calcinarme. atenta, advertida pero con el mismo calor. estoy contenta de mi calor, de mi fueguito. las señales están ahí, representan lo que quieras, te sirven para lo que gustes.
fue-go